Conceptos básicos

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Independencia

El movimiento hacia la independencia crea la mayor cantidad de angustia para los padres. Los adolescentes tempranos comienzan a alejarse de sus padres y muestran menos interés en las actividades familiares. Por ejemplo, el adolescente puede negarse a ir con la familia al cine o puede demostrar su propia voluntad negándose a hacer las tareas en el horario de los padres. Los adolescentes tempranos suelen ser malhumorados, alternando entre ser agradables y desagradables con sus familias. Por lo general, el adolescente es principalmente antagónico con el padre más «controlador». Los adolescentes tempranos anhelan la privacidad y desean controlar su información personal a medida que forjan una vida separada de la de sus padres.

Los adolescentes medios suelen ser hostiles hacia los padres y las figuras de autoridad. Algunos se rebelan abiertamente, mientras que otros afirman su independencia en secreto cuando no están bajo la supervisión de un adulto. Los adultos, incluidos los médicos, consideran que muchas de las decisiones que toman los adolescentes son perturbadoras y los adultos se sienten frustrados por su falta de control sobre el adolescente. Debido a su naturaleza rebelde y a sus conductas de riesgo, los adolescentes medios son el grupo que la sociedad «ama odiar».

Al final de la adolescencia, la mayoría de las familias se sienten cómodas con la individualidad y la capacidad de decisión del joven. El adolescente, ganando confianza con el cambio de estatura, recurre cada vez más a los padres para que le aconsejen y le guíen en la toma de decisiones, aunque esto no significa que siempre hagan lo que los padres quieren. La interacción entre los padres y el adolescente se sitúa más bien en un nivel adulto-adulto.

El médico debe tener en cuenta este movimiento hacia la independencia y ayudar a los padres a dar al adolescente la responsabilidad de la atención médica de forma adecuada. Por ejemplo, un adolescente temprano puede necesitar que se le recuerde que debe tomar su medicación diaria, mientras que un adolescente medio no debe hacerlo. Al final de la adolescencia, hay que animar al paciente a que acuda a sus propias citas, a que controle sus necesidades de medicación y a que obtenga sus recetas. No reconocer este movimiento hacia la independencia hace que el médico sea propenso a aparecer como un «agente de los padres» y puede hacer más difícil ganarse la confianza del adolescente.

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