¿Quién era Enrique IV?
Enrique IV se convirtió en el heredero del trono francés a través de su matrimonio con Margarita de Valois, pero fue desafiado durante una época de luchas religiosas. A pesar de convertirse al catolicismo tras convertirse en rey de Francia en 1589, Enrique IV promulgó el Edicto de Nantes para fomentar la tolerancia religiosa. Fue asesinado el 14 de mayo de 1610 en París, Francia.
Vida temprana
Enrique de Navarra nació en Pau, Francia, el 13 de diciembre de 1553. Sus padres, que se convirtieron en rey y reina de Navarra poco después de que Enrique naciera, eran de diferentes creencias y ejemplificaban las luchas en Francia entre los hugonotes (protestantes) y los católicos. Aunque Enrique fue bautizado como católico, fue educado como protestante tras la muerte de su padre en 1562.
A la edad de 14 años, el príncipe Enrique comenzó su servicio militar en una expedición contra los católicos romanos rebeldes en Navarra, que terminó con la victoria de los hugonotes. Enrique se distinguió y la experiencia forjó en él un espíritu militar. Sin embargo, la propagación de la guerra civil le hizo reflexionar sobre su desastroso efecto en Francia.
Tras la muerte de su madre en junio de 1572, Enrique se convirtió en rey de Navarra. Un matrimonio concertado con Margarita de Valois, hija de Enrique II y Catalina de Médicis, unió a los católicos parisinos y a los hugonotes visitantes en un incómodo enfrentamiento. La tensión estalló en la matanza del día de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572, y Enrique escapó de la muerte con la ayuda de su esposa y su promesa de convertirse al catolicismo.
Guerra de los tres Henrys
A la muerte de Francisco, duque de Anjou, en 1584, Enrique se convirtió en heredero del trono de Francia. Se le opuso la Santa Liga, formada por aristócratas católicos, y el papa Clemente VIII, que excomulgó al heredero francés de la Iglesia. La situación provocó la Guerra de los Tres Henrios, que enfrentó a Enrique con el rey Enrique III de Francia y con el acérrimo católico Enrique, duque de Guisa.
Henry de Navarra actuó con valentía, derrotando al ejército de Enrique III en la crucial batalla de Coutras el 20 de octubre de 1587. Finalmente, la injerencia española en la sucesión francesa hizo que Enrique III uniera sus fuerzas a las de Enrique de Navarra para tomar el control de París y del campo francés. Enrique III fue apuñalado el 1 de agosto de 1589 y murió al día siguiente tras declarar a Enrique de Navarra su sucesor.
El rey Enrique IV
Enrique se convirtió en el rey Enrique IV, pero necesitaría nueve años de asedio a París para asegurar su corona frente a la influencia de la Santa Liga y la interferencia española. Se convirtió al catolicismo y, tras ganar varias batallas clave, París capituló finalmente el 22 de marzo de 1594. El Papa Clemente revocó la excomunión de Enrique y éste negoció la Paz de Vervins entre Francia y España el 2 de mayo de 1598. Por aquel entonces, Enrique también promulgó el Edicto de Nantes, que confirmaba el catolicismo romano como religión del Estado, pero concedía la libertad religiosa a los protestantes.
Habiendo unido el reino y conseguido la paz en el interior y en el exterior, Enrique IV procedió a devolver la prosperidad a Francia. Bajó los impuestos a los ciudadanos franceses, hizo la paz con el Imperio Otomano y abrió las rutas comerciales hacia Asia Oriental. También se hizo famoso por sus hazañas sexuales, teniendo muchas amantes y ganándose el apodo de «Le Vert Gallant» (El Viejo Chispazo Gay).
Muerte y misterio
A pesar de sus logros, Enrique IV soportó múltiples intentos de asesinato. Considerado un usurpador por los católicos y un traidor por los protestantes, su encanto y su genuina preocupación por las necesidades del pueblo no pudieron apaciguar a sus enemigos. Murió apuñalado por un fanático católico el 14 de mayo de 1610, y posteriormente fue enterrado en la Basílica de Saint-Denis de París.
En una macabra posdata, la cabeza del cuerpo embalsamado de Enrique IV se perdió, al parecer, después de que los revolucionarios saquearan la Basílica en 1793. La cabeza pasó entre coleccionistas privados hasta que fue localizada en 2010, cuando un equipo de médicos forenses confirmó que pertenecía al antiguo rey francés. Sin embargo, esa conclusión se puso en duda unos años después, cuando las pruebas de ADN revelaron que la cabeza no tenía ninguna coincidencia genética real.