Por: Dan Sperling, MD
Un estudio de 2013 de Brasky et al sobre la relación entre los ácidos grasos omega-3 y el aumento del riesgo en el cáncer de próstata levantó un furor nacional. Los ácidos grasos omega-3 son comunes en los aceites de la vida marina y vegetal, y generalmente se consideran de gran valor para la salud debido a sus propiedades antiinflamatorias. Entre los pescados especialmente ricos en omega-3 se encuentran el salmón, la trucha y el atún fresco; muchas personas consumen suplementos de aceite de pescado de venta libre para mejorar su salud cardíaca. El estudio de Brasky concluyó que «quienes tenían los niveles más altos de ácidos grasos omega-3 tenían un 43% más de riesgo de desarrollar cáncer de próstata, y un 71% más de posibilidades de desarrollar un cáncer de próstata de alto grado, que tiene más probabilidades de ser mortal». Sin embargo, el estudio no dejaba claro si las personas estudiadas obtenían sus niveles sanguíneos más altos de omega-3 por comer pescado o por tomar suplementos.
La publicación del estudio de Brasky suscitó respuestas de autores como el Dr. Anthony D’Amico (Escuela de Medicina de Harvard), que señalaron numerosos fallos en la forma en que se habían establecido y analizado los datos. Desde entonces, otros estudios han investigado la relación entre el aceite de pescado y el cáncer de próstata, y si los efectos son beneficiosos. Las perspectivas son más optimistas que las sugeridas por el trabajo de Brasky.
Un estudio publicado un año después del trabajo de Brasky fue el resultado de una investigación realizada por un equipo de Quebec sobre 48 pacientes diagnosticados de cáncer de próstata de bajo riesgo que estaban en vigilancia activa (EA). Ninguno de los hombres había recibido tratamiento. Los investigadores pensaron que los niveles de omega-3 y otros ácidos grasos en el tejido de la próstata proporcionarían mejor información que los niveles en sangre. Seis meses después de la biopsia original, los hombres volvieron a someterse a una biopsia y, si el cáncer había pasado de Gleason 6 a Gleason 7, se analizaron las muestras de tejido en busca de diversos omega-3. El equipo descubrió que, en lugar de promover una mayor progresión, los ácidos grasos omega-3 se asociaban a una función celular protectora contra la progresión.
Investigadores de la Universidad de Rochester (NY) revisaron los resultados del Estudio Nacional de Salud y Exámenes de 2003 a 2010, y sus resultados se publicaron en octubre de 2014. A partir de los datos de 6018 hombres, correlacionaron los niveles sanguíneos de ácidos grasos omega-3 (procedentes del consumo de pescado, no de suplementos de aceite de pescado) con los niveles de PSA. No encontraron ninguna relación entre ambos, lo que quizá sugiere que el consumo de pescado no aumenta el riesgo de cáncer de próstata. Un mes más tarde, un estudio alemán no encontró pruebas claras de que el consumo de omega-3 disminuyera la incidencia del cáncer de próstata dentro de una población; sin embargo, sí concluyeron que la ingesta de omega-3 «reduce considerablemente el riesgo de metástasis y la mortalidad relacionada con el PCa».
Por último, el estudio más reciente que se ha pronunciado al respecto procede de la Universidad Estatal de Washington. En lugar de un estudio basado en la población, los autores examinaron los efectos biológicos de los omega-3 en los mecanismos celulares. Los resultados de su laboratorio fueron alentadores; el equipo informa que tres lípidos específicos de los omega-3 activan «eventos de señalización que pueden inhibir la señalización inducida por el factor de crecimiento, proporcionando un nuevo mecanismo para la supresión de la proliferación de las células cancerosas». En otras palabras, existe la posibilidad de que el consumo de ácidos grasos omega-3 desaliente el crecimiento y la progresión del cáncer de próstata.
Es importante recordar que el consumo de pescado suministra omega-3 de forma más natural que su aislamiento en un suplemento. Un artículo de Varsovia (Polonia) señala: «La forma de procesar y conservar el pescado, así como otros factores no incluidos en estudios anteriores, podrían tener cierta importancia en la etiología de esta enfermedad.» Los omega-3 se oxidan (descomponen) de forma natural, y la exposición a la cocción a altas temperaturas o el procesamiento del pescado mediante el ahumado contribuirán a la formación de compuestos con efectos posiblemente cancerígenos, incluido el desarrollo del cáncer de próstata. Los autores hacen hincapié en la importancia de consumir únicamente pescado y aceite de pescado de calidad, lo más libre de contaminantes posible, ya que los contaminantes ambientales presentes en el pescado también pueden ser cancerígenos.
Es imposible comparar los estudios resumidos anteriormente de forma comparativa, pero las pruebas sugieren que los pacientes con cáncer de próstata que consumen pescado fresco de calidad con alto contenido en omega-3 o suplementos de aceite de pescado pueden beneficiarse a muchos niveles, incluida la reducción del riesgo de propagación del cáncer de próstata. Aunque son necesarios más estudios tanto a nivel demográfico como biológico, es razonable animarse con el trabajo de todos estos autores.
Brasky TM, Darke AK, Song X, Tangen CM et al. Plasma phospholipid fatty acids and prostate cancer risk in the SELECT trial. J Natl Cancer Inst. 2013 Aug 7;105(15):1132-41. doi: 10.1093/jnci/djt174. Epub 2013 Jul 10.
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