La vitamina A es un elemento fundamental para muchos animales. Los humanos sólo la necesitamos en cantidades muy pequeñas, pero desempeña un papel vital en la vista, la reproducción, el desarrollo fetal, el crecimiento, la respuesta inmunitaria y la formación celular de los tejidos. Normalmente la absorbemos a través del consumo de alimentos como las espinacas, el brócoli, los huevos, la leche y diversas carnes. La tolerabilidad de la vitamina A en los seres humanos varía en función de la edad, el sexo y la condición física. Su propio límite máximo tolerable depende de la eficiencia de su sistema enzimático y de la eficiencia de su hígado para almacenar la vitamina A. Mientras que el límite máximo tolerable para los adultos sanos se establece en 10.000 UI, los signos de toxicidad suelen aparecer cuando se consumen aproximadamente entre 25.000 y 33.000 UI.
Sin suficiente vitamina A en su sistema, podría encontrarse fácilmente con síntomas tan graves como los asociados a la hipervitaminosis A. Las deficiencias pueden provocar sequedad de la piel, diarrea, ceguera, retraso del crecimiento e incluso la muerte.
Publicidad
Los osos polares no son inmunes a los peligros de consumir demasiada o muy poca vitamina A; se ven afectados con la misma severidad por el exceso o la deficiencia. La única diferencia es que los osos polares tienen una tolerancia mucho mayor a la vitamina A. Por ejemplo, un hígado humano sano contiene 575 unidades internacionales (UI) de vitamina A por gramo, mientras que el hígado de un oso polar contiene entre 24.000 y 35.000 UI por gramo. Compárese con el nivel máximo tolerable de ingesta de vitamina A para un adulto sano: 10.000 UI.
Al igual que muchos animales, los osos polares se benefician de mantener una cierta cantidad de vitamina A en su sistema, pero no hay nada que indique que realmente necesiten cantidades tan grandes. De hecho, su fisiología evolucionó para tolerar tanta vitamina A por una sola razón: para comer focas.
En la naturaleza, los osos polares se alimentan casi exclusivamente de focas barbudas y focas anilladas, las cuales almacenan altos niveles de vitamina A en sus hígados y grasa. Si uno se comiera el hígado de una foca barbuda, sufriría hipervitaminosis A, pero el oso polar puede tolerar y disfrutar del festín. Las focas almacenan altos niveles de vitamina A para crecer rápidamente y alimentar a sus crías en un entorno duro y frío. Recordemos que la vitamina A desempeña un papel fundamental en el crecimiento y el desarrollo de las crías. Las focas dependen de esta vitamina para avanzar rápidamente a través de sus vulnerables etapas de cachorro.
Así que si el plato azul especial en su restaurante favorito es siempre hígado de oso polar salteado, puede que quiera seguir con una ensalada. Explore los enlaces de la siguiente página para saber más sobre la vitamina A y el hígado de oso polar.
Publicidad