El determinante clave de la velocidad de carrera en el sprint es el predominio de un tipo distinto de fibra muscular sobre otro, concretamente la proporción de músculos de contracción rápida respecto a los de contracción lenta en la constitución física de un velocista. Aunque los músculos de contracción rápida no producen más energía que los de contracción lenta cuando se contraen, lo hacen más rápidamente a través de un proceso de metabolismo anaeróbico, aunque a costa de una eficiencia inferior durante períodos de disparo más largos. El ser humano medio tiene una proporción casi igual de fibras de contracción rápida que de contracción lenta, pero los mejores velocistas pueden tener hasta un 80% de fibras de contracción rápida, mientras que los mejores corredores de fondo pueden tener sólo un 20%. Se cree que esta proporción tiene un origen genético, aunque algunos afirman que puede ajustarse mediante el entrenamiento muscular. Los «campamentos de velocidad» y los «manuales de entrenamiento de la velocidad», que pretenden proporcionar aumentos fraccionados de la velocidad máxima de los pies, son muy populares entre los atletas profesionales en ciernes, y algunas fuentes estiman que se puede entrenar entre el 17% y el 19% de la velocidad.
Aunque una buena forma de correr es útil para aumentar la velocidad, se ha demostrado que los corredores rápidos y lentos mueven las piernas casi al mismo ritmo: es la fuerza que ejerce la pierna sobre el suelo lo que separa a los velocistas rápidos de los lentos. Los mejores corredores de corta distancia ejercen hasta cuatro veces su peso corporal en presión sobre la superficie de carrera. Por esta razón, la masa muscular de las piernas, en relación con el peso total del cuerpo, es un factor clave para maximizar la velocidad de los pies.