La Dra. Brockway cree que debe ser cada madre y su bebé quienes negocien el momento del destete. Desde el punto de vista biológico, no hay una edad de destete correcta para todos, dijo la doctora Katie Hinde, antropóloga evolutiva de la Universidad Estatal de Arizona que estudia la lactancia. En un estudio de 2015, la Dra. Hinde y sus coautores buscaron las consecuencias del destete a diferentes edades. Compararon a 231 niños de Tanzania que habían amamantado durante dos o más años con 84 niños que habían dejado de amamantar antes. En términos de crecimiento y función inmunológica, los dos grupos eran esencialmente iguales.
Aunque este estudio no encontró ningún beneficio específico de la lactancia materna más allá de los dos años, tampoco concluyó que sea inútil. Tal vez haya una señal biológica oculta que pasa entre el bebé y la madre y que fomenta el destete después de que los niños hayan alcanzado algún umbral de desarrollo, sea cual sea su edad. Los datos sólo muestran que las elecciones de cada madre e hijo en ese estudio les llevaron prácticamente al mismo resultado.
La ventaja del destete
Yo no quería destetar a mi hija antes de que estuviera preparada. Pero después de su segundo cumpleaños, dejé de ofrecerle mi leche por la mañana, para acelerar las cosas. A los 28 meses, pasó varios días seguidos sin tomar el pecho, y luego me pidió leche a la hora de acostarse. La dejé intentarlo, pero fruncía el ceño mientras succionaba; no parecía salir nada. Le dije que quizá se había acabado la leche.
Se sentó. «¡Me la he bebido toda!», dijo, con cara de asombro. Luego se acostó, y eso fue todo.
Pudimos destetar en un momento que nos vino bien a las dos, pero no todas las madres tienen tanta suerte. Las estructuras de nuestras sociedades hacen que sea más o menos -a menudo, menos- factible dar el pecho. Las mujeres tienen que trabajar o no cuentan con el apoyo de su entorno. Otras se ven estigmatizadas por amamantar a los niños pequeños o por hacerlo en público, mientras que otras son juzgadas por no amamantar en absoluto.
Pero la flexibilidad en la forma de alimentar a nuestros bebés, como demostró el estudio del Dr. Sellen en las distintas culturas, forma parte del ser humano. Y en comparación con nuestros parientes mamíferos, nuestra capacidad de destetar a edades relativamente tempranas podría haber sido clave para la evolución -y el éxito- de la raza humana.
A diferencia de las madres de orangutanes, chimpancés o gorilas, que tienen que hacerlo todo ellas mismas, según la Dra. Hinde, las antiguas madres humanas recibían ayuda de otras personas: padres, abuelas, hermanos. A medida que evolucionábamos para destetar antes y compartir las tareas de cuidado de los niños, los bebés resultaban menos costosos para sus madres. Eso pudo significar que podíamos tener más bebés. Y, desde el punto de vista evolutivo, más crías significa una especie más exitosa.