El cerebro trino

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El neurocientífico Paul D. MacLean formuló un modelo del cerebro en la década de 1960, detallado en su libro de 1990 The Triune Brain in Evolution (El cerebro trino en la evolución), que describe el cerebro en términos de tres estructuras distintas que surgieron a lo largo de un camino evolutivo. Aunque este modelo es una explicación muy simplificada de la actividad y la organización del cerebro, proporciona una aproximación fácil de entender de la jerarquía de las funciones cerebrales.

El cerebro primitivo (complejo reptiliano)

Este sistema del cerebro es responsable de las funciones más básicas de supervivencia, como el ritmo cardíaco, la respiración, la temperatura corporal y la orientación en el espacio. No hace falta decir que funciones como el ritmo cardíaco y la respiración son bastante importantes, y que los mecanismos de control de esta parte del cerebro son bastante consistentes.

Es importante reconocer que las funciones de esta parte del cerebro tendrán prioridad sobre otra actividad cerebral. Por ejemplo, si intentas aguantar la respiración (una actividad iniciada por el córtex prefrontal), te darás cuenta de que a medida que el dióxido de carbono se acumula en el torrente sanguíneo, esta parte primitiva de tu cerebro va a querer tomar el control y hacerte respirar de nuevo. Mediante el entrenamiento podrá aumentar su resistencia al impulso básico de respirar, pero inevitablemente acabará cediendo y tomando aire.

Estas amenazas a la supervivencia son abordadas en primer lugar por el cerebro primitivo -como se ilustra en el «cierre periférico», donde los vasos sanguíneos se contraen en la periferia del cuerpo en previsión de un traumatismo físico- y tienen prioridad sobre otras funciones cerebrales.

El Sistema Límbico (Complejo Paleomamífero)

A veces denominado «cerebro emocional», el sistema límbico es la parte reactiva de nosotros que inicia la respuesta de «lucha o huida» ante el peligro. Las áreas clave de interés para la psicoterapia son el hipocampo, la amígdala y el hipotálamo. Éstas forman un sistema subconsciente de evaluación y respuesta muy rápido, diseñado para mantenernos a salvo.

La amígdala es como un sistema de alerta temprana, con el lema «la seguridad es lo primero»: poner en marcha ese plan de seguridad antes de consultar al cerebro ejecutivo (la nueva corteza). Imagínese que salta para apartarse de un objeto parecido a una serpiente antes de que un examen más detallado revele que es sólo una manguera en la hierba. Se trata de una primera respuesta muy importante, porque si se dejara a la corteza prefrontal iniciar, por ejemplo, un salto para apartarse del camino de un autobús al que se ha puesto delante sin querer, podría ser demasiado tarde: ese sistema de evaluación es demasiado lento. La amígdala realiza evaluaciones muy rápidas, aunque no siempre precisas, y dispone de una vía rápida desde el tálamo (información entrante) hasta el hipotálamo, que puede iniciar una respuesta de estrés para evitar la muerte inminente. El hipocampo desempeña un papel igualmente importante al codificar los acontecimientos en el tiempo y el espacio y consolidarlos desde la memoria a corto plazo hasta la memoria a largo plazo.

De especial interés para los terapeutas es el caso en el que el sistema límbico se equivoca en las señales, es decir, cuando no hay un peligro real pero el cuerpo se ve abocado a una respuesta de estrés de todos modos. Desde el estrés crónico de bajo grado hasta los ataques de pánico en toda regla, un sistema límbico inadaptado puede ser la clave de lo que preocupa a su cliente.

La nueva corteza (complejo neomamífero)

La nueva corteza es nuestro cerebro «inteligente», la parte ejecutiva de nuestro sistema que es responsable de toda la actividad consciente de orden superior, como el lenguaje, el pensamiento abstracto, la imaginación y la creatividad, por nombrar sólo algunos. También alberga gran parte de nuestra memoria, no sólo la biográfica, sino todos los recuerdos automáticos esenciales para hablar, escribir, caminar, tocar el piano y otras innumerables actividades familiares (no obstante, hay que tener en cuenta que la división del cerebro en tres grandes partes es una concepción muy simplificada: funcionalmente, la conectividad entre todas estas regiones difumina enormemente los límites).

De especial interés para los terapeutas es la corteza prefrontal -la parte del cerebro situada justo detrás de nuestra frente- que puede ser más lenta en la respuesta a la información entrante que el sistema límbico, pero es mucho más sofisticada en su procesamiento. Este pensamiento «lento» es el sello de nuestra inteligencia humana. El pensamiento complejo y nuevo en los planos técnico, emocional, social y lógico tiene lugar aquí. Es donde podemos ser racionales y lógicos, creativos e inventivos. Pero, significativamente, la corteza prefrontal puede ser «secuestrada» por el sistema límbico en caso de percibir una amenaza (ya sea imaginaria o real). Nuestra corteza prefrontal puede «desconectarse», ya que el flujo sanguíneo se dirige al sistema límbico más profundo, que es el primero en responder con la misión prioritaria de mantenernos a salvo.

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