Con los espejos que nos rodean cada día, tendemos a darlos por sentado, pero ¿qué ocurre exactamente a nivel científico cuando nos asomamos a uno? Y en ese sentido, ¿conoces la física implicada en por qué vemos una cadena montañosa reflejada en el claro y tranquilo lago que hay debajo?
Esencialmente, un espejo se compone de una pieza brillante de metal extremadamente suave, mantenida en su lugar con un frente de vidrio y una fina capa de respaldo (generalmente de aluminio). La clave del funcionamiento de un espejo es el comportamiento de la física de la luz en nuestro Universo: las mismas leyes que hacen que un plátano parezca amarillo y que un trozo de papel parezca blanco.
El color de algo se define por los colores del espectro visible que absorbe o refleja. Nuestro mencionado plátano, por ejemplo, absorbe todos los colores excepto el amarillo, por lo que la luz amarilla vuelve a nuestros ojos (a menos que no haya luz, en cuyo caso el plátano es tan negro como todo lo demás). Los objetos blancos, por su parte, reflejan todos los colores del espectro visible, por lo que parecen incoloros.
Los metales del interior de los espejos realizan el mismo truco, reflejando todos los colores del espectro visible, pero la diferencia es que son ultra lisos a nivel microscópico. Un trozo de papel puede parecerte suave, pero ni siquiera está en la misma liga de suavidad que un espejo, y así es como se forma una imagen de espejo: toda la luz rebota directamente en la dirección de la que acaba de venir.
Anna Green en Mental Floss utiliza la analogía de un puñado de pelotas de tenis lanzadas contra una pared, que normalmente rebotan en la misma dirección de la que vienen. Intenta hacer el mismo ejercicio en una pared de roca escarpada, y las pelotas girarán en todo tipo de direcciones. Un espejo de metal y cristal es la pared y las bolas son los rayos de luz que golpean nuestros ojos.
El mismo efecto se produce cuando las ondas golpean un estanque: la superficie ya no es plana, la luz ya no rebota directamente y ya no puedes ver tu cara cuando te asomas a ella. Desde que hemos sido capaces de perfeccionar la fabricación de espejos, éstos se han vuelto útiles en la ciencia, el transporte y muchos otros campos.
Y si te preguntas por qué los espejos voltean la imagen que ven, bueno… en realidad, no lo hacen. Somos nosotros los que estamos volteando la imagen cuando nos ponemos una camiseta, giramos un cartel o levantamos la mano. Lo único que hace el espejo es reflejar exactamente lo que tiene delante, sin que se produzca ningún cambio. Para más información, vea esto: