El remedio: abolir los mandatos vitalicios. Los límites a los mandatos de dieciocho años harían del Tribunal un tema menos importante en las campañas presidenciales y restaurarían la fe de los estadounidenses en el Tribunal como árbitro independiente de la justicia.
Los legisladores federales tienen el poder de promulgar mandatos de dieciocho años para los jueces del Tribunal Supremo. La Constitución no establece explícitamente el tipo de trabajo judicial que se realiza durante un mandato vitalicio ni impide que el Congreso promulgue límites a los mandatos. Los magistrados del Tribunal Supremo podrían pasar, al final de sus mandatos, a los tribunales inferiores con un salario no disminuido durante el resto de su carrera. Los jueces también tendrían la opción de pasar a la categoría de senior. (En el sistema actual, los magistrados jubilados del Tribunal Supremo pasan automáticamente a la categoría de senior.)
La promulgación de mandatos de dieciocho años para los magistrados del Tribunal Supremo supondría un gran avance en la despolitización del proceso de nombramiento, aunque para que este remedio sea realmente efectivo tendría que ir acompañado de nombramientos regulares: un magistrado del Tribunal Supremo nominado durante cada legislatura del Congreso. Con cada presidente responsable de dos nombramientos por mandato, el proceso de nombramiento sería menos partidista. Y lo que es más importante, los mandatos de dieciocho años unidos a los nombramientos regulares ayudarían a que el Tribunal tuviera un futuro menos partidista y a restaurar su legitimidad a los ojos del pueblo estadounidense.