Ed Kemper se cobró su primera vida a los 10 años. Según describe Biografía, el niño enterró vivo a un gato de la familia. A los 13 años descuartizó a un segundo gato de la familia con un cuchillo. El niño necesitaba claramente ayuda, pero sus padres no estaban preparados para proporcionársela. El adolescente se mudó brevemente con su padre, pero al final se encontró con el rechazo, según Psychology Today. A continuación, vivió con sus abuelos. Kemper detestaba a su abuela, a la que más tarde acusó de malos tratos. Así que a los 15 años le disparó fatalmente «para ver qué se sentía». Después asesinó a su abuelo para evitarle el horror de descubrir la muerte de su esposa.
Diagnosticado con esquizofrenia paranoide, Kemper pasó el resto de su infancia en un centro de detención para delincuentes con enfermedades mentales. Fue liberado a los 21 años y, en contra de la recomendación de un experto, volvió a vivir con su abusiva madre. En los tres años siguientes acabaría brutalmente con la vida de seis estudiantes universitarias, su madre y la mejor amiga de ésta. Al igual que hizo con las muñecas de sus hermanas, Kemper decapitó a sus víctimas.
La mujer que le dio la vida y -en la mente de Kemper- arruinó esa vida sería su última víctima. Kemper recordó: «Dije: ‘No le va a pasar a más chicas. Tiene que quedar entre mi madre y yo». La golpeó hasta la muerte con un martillo de orejas y, según dijo, «humilló» su cuerpo sin vida. Después de hacer lo que quiso con sus restos, alertó a la policía de lo que había hecho.
Así que sí, Ed Kemper sigue vivo, pero qué vida más enferma y retorcida ha tenido.