Nos encantan los dulces. Pero un exceso de azúcar en nuestra dieta puede provocar aumento de peso y obesidad, diabetes de tipo 2 y caries dental. Sabemos que no deberíamos comer dulces, helados, galletas, pasteles ni beber refrescos azucarados, pero a veces es difícil resistirse a ellos.
Es como si nuestro cerebro estuviera programado para desear estos alimentos.
Como neurocientífico, mi investigación se centra en cómo las dietas modernas «obesogénicas», o que promueven la obesidad, cambian el cerebro. Quiero entender cómo lo que comemos altera nuestro comportamiento y si los cambios cerebrales pueden mitigarse con otros factores del estilo de vida.
El cuerpo funciona con azúcar, concretamente con glucosa. Glucosa viene de la palabra griega glukos que significa dulce. La glucosa es el combustible de las células que componen nuestro cuerpo, incluidas las células cerebrales (neuronas).
Los «golpes» de dopamina por comer azúcar
En términos evolutivos, nuestros ancestros primitivos eran carroñeros. Los alimentos azucarados son excelentes fuentes de energía, por lo que hemos evolucionado para encontrar los alimentos dulces particularmente placenteros. Los alimentos con sabores desagradables, amargos y agrios pueden ser inmaduros, venenosos o estar podridos, lo que provoca enfermedades.
Así que para maximizar nuestra supervivencia como especie, tenemos un sistema cerebral innato que hace que nos gusten los alimentos dulces, ya que son una gran fuente de energía para alimentar nuestro cuerpo.
Cuando comemos alimentos dulces se activa el sistema de recompensa del cerebro, llamado sistema mesolímbico de la dopamina. La dopamina es una sustancia química del cerebro liberada por las neuronas y puede señalar que un acontecimiento fue positivo. Cuando el sistema de recompensa se activa, refuerza los comportamientos, haciendo más probable que volvamos a realizar estas acciones.
Los «golpes» de dopamina al comer azúcar promueven un rápido aprendizaje para encontrar preferentemente más de estos alimentos.
Nuestro entorno actual es abundante en alimentos dulces y ricos en energía. Ya no tenemos que buscar estos alimentos azucarados especiales: están disponibles en todas partes.
Desgraciadamente, nuestro cerebro sigue siendo funcionalmente muy similar al de nuestros antepasados, y le gusta mucho el azúcar. Entonces, ¿qué ocurre en el cerebro cuando consumimos azúcar en exceso?
¿Puede el azúcar recablear el cerebro?
El cerebro se remodela y recablea continuamente mediante un proceso llamado neuroplasticidad. Este recableado puede producirse en el sistema de recompensa. La activación repetida de la vía de recompensa mediante drogas o comiendo muchos alimentos azucarados hace que el cerebro se adapte a la estimulación frecuente, lo que conduce a una especie de tolerancia.
En el caso de los alimentos dulces, esto significa que necesitamos comer más para obtener la misma sensación de recompensa, una característica clásica de la adicción.
La adicción a los alimentos es un tema controvertido entre los científicos y los médicos. Si bien es cierto que se puede llegar a ser físicamente dependiente de ciertas drogas, se discute si se puede ser adicto a la comida cuando se necesita para la supervivencia básica.
El cerebro quiere azúcar, y luego más azúcar
Independientemente de nuestra necesidad de alimentos para alimentar nuestro cuerpo, muchas personas experimentan antojos de comida, sobre todo cuando están estresadas, hambrientas o simplemente cuando se enfrentan a un atractivo despliegue de pasteles en una cafetería.
Para resistir los antojos, necesitamos inhibir nuestra respuesta natural a complacernos con estos sabrosos alimentos. Una red de neuronas inhibidoras es fundamental para controlar el comportamiento. Estas neuronas se concentran en el córtex prefrontal, una zona clave del cerebro que participa en la toma de decisiones, el control de los impulsos y el retraso de la gratificación.
Las neuronas inhibidoras son como los frenos del cerebro y liberan la sustancia química GABA. Las investigaciones realizadas en ratas han demostrado que el consumo de dietas con alto contenido de azúcar puede alterar las neuronas inhibitorias. Las ratas alimentadas con azúcar también eran menos capaces de controlar su comportamiento y tomar decisiones.
Esto demuestra que lo que comemos puede influir en nuestra capacidad para resistir las tentaciones y puede ser la causa de que los cambios de dieta sean tan difíciles para las personas.
En un estudio reciente se pidió a las personas que valorasen cuánto deseaban comer bocadillos ricos en calorías cuando sentían hambre frente a cuando habían comido recientemente. Las personas que seguían regularmente una dieta rica en grasas y azúcares calificaron sus deseos de comer bocadillos como más altos, incluso cuando no tenían hambre.
Esto sugiere que comer regularmente alimentos ricos en azúcares podría amplificar los antojos, creando un círculo vicioso de querer más y más de estos alimentos.
El azúcar puede alterar la formación de la memoria
Otra zona del cerebro que se ve afectada por las dietas con alto contenido en azúcar es el hipocampo, un centro clave de la memoria.
Las investigaciones demuestran que las ratas que siguen dietas con alto contenido en azúcar son menos capaces de recordar si han visto antes objetos en lugares específicos.
Los cambios inducidos por el azúcar en el hipocampo consistieron tanto en una reducción de las neuronas recién nacidas, vitales para la codificación de los recuerdos, como en un aumento de las sustancias químicas relacionadas con la inflamación.
¿Cómo proteger el cerebro del azúcar?
La Organización Mundial de la Salud aconseja limitar la ingesta de azúcares añadidos al cinco por ciento de la ingesta diaria de calorías, lo que supone 25 gramos (seis cucharaditas).
Considerando que el adulto canadiense medio consume 85 gramos (20 cucharaditas) de azúcar al día, se trata de un gran cambio de dieta para muchos.
Es importante destacar que la capacidad de neuroplasticidad del cerebro le permite restablecerse en cierta medida tras reducir el azúcar en la dieta, y el ejercicio físico puede aumentar este proceso. Los alimentos ricos en grasas omaga-3 (presentes en el aceite de pescado, los frutos secos y las semillas) también son neuroprotectores y pueden potenciar las sustancias químicas del cerebro necesarias para la formación de nuevas neuronas.
Aunque no es fácil romper con hábitos como comer siempre postre o hacer el café doble, su cerebro le agradecerá que dé pasos positivos.
El primer paso suele ser el más difícil. Estos cambios en la dieta suelen ser más fáciles a lo largo del camino.
Amy Reichelt, investigadora asociada de BrainsCAN, Western University.
Este artículo ha sido republicado de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.