Charlie y la fábrica de chocolate

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Cuando estaba en la escuela, Roald Dahl recibía informes terribles por sus escritos, y un profesor llegó a escribir en su informe: «Nunca he conocido a un chico que escriba tan insistentemente lo contrario de lo que quiere decir. Parece incapaz de plasmar sus pensamientos en el papel». Al terminar la escuela, Roald Dahl, en busca de aventuras, viajó a África oriental para trabajar en una empresa llamada Shell. En África aprendió a hablar swahili, condujo de las minas de diamantes a las de oro y sobrevivió a un ataque de malaria en el que su temperatura alcanzó los 105,5 grados (¡eso es muy alto!). Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Roald Dahl se alistó en la RAF. Pero, al medir casi dos metros, se encontró aplastado en su avión de combate, con las rodillas alrededor de las orejas y la cabeza sobresaliendo hacia delante. Trágicamente, de los 20 hombres de su escuadrón, Roald Dahl fue uno de los únicos tres que sobrevivieron. Roald escribió sobre estas experiencias en sus libros Boy y Going Solo. Más tarde, durante la guerra, Roald Dahl fue enviado a Estados Unidos. Allí conoció al famoso autor C.S. Forester (autor de la serie del Capitán Hornblower), quien le pidió al joven piloto que escribiera sus experiencias de guerra para una historia que estaba escribiendo. Forester quedó asombrado por el resultado, y le dijo a Roald: «Estoy impresionado. Tu obra es maravillosa. Es la obra de un escritor con talento. No he tocado ni una palabra». (¡una opinión que habría sido una novedad para los primeros profesores de Roald!). Forester envió la obra de Roald Dahl directamente al Saturday Evening Post. El creciente éxito de Roald Dahl como autor le llevó a conocer a mucha gente famosa, como Walt Disney, Franklin Roosevelt y la estrella de cine Patricia Neal. Patricia y Roald se casaron sólo un año después de conocerse. La pareja compró una casa en Great Missenden llamada Gipsy House. Fue aquí donde Roald Dahl comenzó a contar a sus cinco hijos cuentos inventados para dormir y a partir de ellos empezó a plantearse la posibilidad de escribir historias para niños. Un viejo cobertizo de madera en el jardín trasero, con un sillón con respaldo, un saco de dormir para protegerse del frío, una vieja maleta para apoyar los pies y siempre, siempre seis lápices amarillos a mano, fue donde Roald creó los mundos de El BFG, Las brujas, James y el melocotón gigante, Charlie y la fábrica de chocolate y muchos, muchos más.

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