En un nuevo estudio, y uno de los más amplios hasta la fecha, un equipo dirigido por Arturo Álvarez-Buylla en la Universidad de California en San Francisco fracasó por completo en encontrar cualquier rastro de neuronas jóvenes en docenas de muestras de hipocampo, recogidas de humanos adultos. «Si la neurogénesis continúa en humanos adultos, es extremadamente rara», dice Álvarez-Buylla. «No es tan robusto como la gente ha dicho, donde se podría ir corriendo y bombear el número de neuronas.»
Huelga decir que es una afirmación muy controvertida. «Hay una larga historia en la que se concluye que la neurogénesis adulta no existe en una especie determinada basándose en la dificultad para identificar nuevas neuronas», dice Heather Cameron, de los Institutos Nacionales de Salud Mental. «Esto ocurrió en las ratas y luego en los primates no humanos, que ahora se reconoce universalmente que muestran neurogénesis hipocampal adulta»
Fernando Nottebohm, de la Universidad Rockefeller, ve las cosas de otra manera. Fue uno de los primeros científicos en demostrar de forma concluyente que la neurogénesis adulta se produce, estudiando el cerebro de los canarios. Álvarez-Buylla fue uno de sus alumnos, y Nottebohm habla efusivamente de su antiguo protegido y de su último estudio. «Es de primera clase», dice.
Después de que Álvarez-Buylla dejara el equipo de Nottebohm y comenzara el suyo propio, demostró que los roedores añaden continuamente nuevas neuronas al bulbo olfativo, una región dedicada al olfato. Pero en los humanos, este río de neuronas olfativas es finito: está ahí en los bebés, pero se seca en los adultos. Lo mismo ocurre con el lóbulo frontal, la parte más delantera del cerebro que gobierna nuestras capacidades mentales más importantes. Durante la primera infancia se producen flujos de neuronas nuevas, pero se detienen a medida que maduramos.
A continuación, Álvarez-Buylla centró su atención en el hipocampo, la región que constituye el centro de la mayoría de las investigaciones sobre la neurogénesis adulta. Sus colegas Shawn Sorrells y Mercedes Paredes analizaron los cerebros de 17 humanos adultos que habían muerto y donado sus cuerpos a la investigación. El dúo buscó moléculas reveladoras que se producen específicamente en las neuronas jóvenes, o en las células madre que producen dichas neuronas. Para su sorpresa, no encontraron nada. «Incluso en nuestras muestras mejor conservadas, no vimos ninguna evidencia de neurogénesis», dice Paredes.
No ocurrió lo mismo con los niños, los bebés y los fetos. En 19 de estos cerebros mucho más jóvenes, Sorrells y Paredes encontraron claros signos de nuevas neuronas en el hipocampo. Pero incluso así, los humanos difieren incluso de los animales estrechamente relacionados. En los monos macacos, las células madre neurales del hipocampo se unen en una hermosa cinta que bombea nuevas neuronas. Esta estructura se rompe en los primeros años de vida y desaparece casi por completo en la edad adulta. Pero en los humanos, la cinta no parece formarse en absoluto.
No estamos solos en esto. Otro estudio sugirió recientemente que las ballenas y los delfines tampoco tienen neurogénesis adulta. Es tentador señalar nuestra inteligencia compartida, y preguntarse si eso tiene algo que ver con la falta de nuevas neuronas. Pero las ballenas y los delfines tienen otro rasgo en común con nosotros: Para ser mamíferos, tenemos un sentido del olfato bastante pobre. «Tal vez la neurogénesis adulta en el hipocampo esté relacionada con el olfato, y el olor en los humanos no es tan importante», dice Álvarez-Buylla.