Disciplinar a un niño es una parte necesaria de la paternidad.
Aunque el castigo físico, o corporal, es ilegal en lugares como Suecia, se practica habitualmente en Estados Unidos.
Una encuesta realizada en 1999 por Murray A. Straus y Julie H. Stewart, denominada «Corporal Punishment by American Parents» (Castigo corporal por parte de los padres estadounidenses), informaba de que el 94% de los padres había azotado a su hijo a la edad de tres o cuatro años, y el 50% seguía haciéndolo cuando el niño tenía 13 años. La encuesta también reveló que los padres afroamericanos y de bajos ingresos eran los más propensos a utilizar el castigo físico. Aunque es común, el castigo físico tiene efectos negativos duraderos.
La agresividad en los niños
El castigo físico modela la agresividad de los niños.
Según Lynn Namka, EdD, el castigo físico engendra más agresividad en el niño, incluso si inicialmente parece detener el comportamiento.
Los niños no siempre pueden entender la diferencia entre la agresión física inaceptable por la que son castigados, como los golpes y los empujones, y la agresión física que reciben como castigo. Según la Academia Americana de Pediatría, los castigos corporales pueden aumentar la agresividad de los niños en la escuela.
Abuso físico
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Los adolescentes que reciben castigos físicos tienen tres veces más probabilidades de crecer abusando de sus propios hijos, según Straus.
El estudio de Straus descubrió que el 7 por ciento de los adolescentes que nunca recibieron azotes crecen maltratando a sus hijos, en comparación con el 24 por ciento de los que fueron azotados. Los azotes enseñan a los niños que está bien hacer daño a la gente y esto puede llevarles a creer que se resuelven los problemas pegando.
Estos niños pueden continuar con esta forma de pensar en la edad adulta, haciendo que peguen a su cónyuge o a sus hijos, según Ask Dr Sears. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es poco probable que la gran mayoría de las personas, hayan recibido o no castigos físicos, maltraten a sus hijos.
Deterioro del desarrollo cognitivo
El castigo físico tiene un impacto en el desarrollo cognitivo. Un estudio realizado en 1998 por Murray A. Straus y Mallie J. Paschall, titulado «Corporal Punishment by Mothers and Child’s Cognitive Development» (Castigo corporal por parte de las madres y desarrollo cognitivo del niño), reveló que los niños que recibían azotes eran menos capaces de mantener el nivel de desarrollo cognitivo esperado para su edad. Incluso puede reducir su coeficiente intelectual, señala Psychology Today. Los azotes pueden reducir la materia gris del cerebro de un niño, lo que es crucial ya que influye en la capacidad de aprendizaje.
Deterioro del desarrollo emocional
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Los niños que son castigados físicamente pueden sufrir también un deterioro emocional. Los niños que son maltratados verbal o físicamente son más propensos a mostrar alteraciones psicológicas, según Ask Dr Sears.
El castigo físico que se considera maltrato infantil puede provocar baja autoestima, daños cerebrales, trastornos de la atención y abuso de sustancias, afirma el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos. Puede dar lugar a una escasa capacidad social, ansiedad y depresión cuando los niños llegan a la edad adulta.