La aorta -un vaso sanguíneo con forma de bastón de caramelo que se origina en el pecho, en la parte superior del corazón, y se extiende hasta el abdomen- es la mayor arteria del cuerpo. Al igual que otras arterias, transporta sangre rica en oxígeno desde el corazón al resto del cuerpo. Las paredes de la aorta constan de tres capas que le confieren resistencia.
Una disección aórtica, o desgarro de la aorta, suele producirse cuando la capa interna de la pared de la arteria se debilita. Se forma un pequeño desgarro en esta capa y, si no se trata, puede agrandarse.
La sangre puede pasar a través del desgarro a la capa media de la pared, haciendo que las capas se separen unas de otras, o se diseccionen. Esto puede conducir a la formación de un nuevo canal, llamado falso lumen, entre las dos capas. Este falso lumen puede extenderse desde el desgarro hasta la parte más baja de la aorta, impidiendo que la sangre fluya correctamente hacia el resto del cuerpo.
La separación de la capa interna de la aorta forma un colgajo, o septo, que puede tener múltiples orificios, conocidos como desgarros de reentrada, que tienen un aspecto de queso suizo. Estos desgarros permiten que la sangre fluya entre el lumen verdadero, o conducto natural, y el lumen falso. Si el colgajo no se despega de la aorta, la sangre puede acumularse en la falsa luz.
Con el tiempo, la sangre de la falsa luz puede retroceder y coagularse, cortando el flujo sanguíneo a otros órganos y debilitando aún más la pared aórtica. A veces, la sangre atraviesa la capa externa de la aorta, provocando una pérdida de sangre y una caída de la presión arterial que ponen en peligro la vida y requieren una intervención quirúrgica inmediata.
La disección aórtica puede provocar complicaciones graves, como infarto de miocardio, insuficiencia renal, derrame cerebral, parálisis e isquemia intestinal, en la que se bloquean los vasos sanguíneos que van a los intestinos. También puede causar isquemia en las extremidades inferiores, u obstrucciones en los vasos sanguíneos de las piernas.
Debido a que los riesgos y los tratamientos apropiados pueden ser notablemente diferentes según el tipo de disección aórtica, es crucial diagnosticar con precisión esta afección. Los médicos del NYU Langone diagnostican el tipo de disección aórtica basándose en la localización del desgarro y la duración de los síntomas. Existen dos tipos de disección aórtica, la de tipo A y la de tipo B.
Disección aórtica de tipo A
Si la disección aórtica se produce en la aorta ascendente, la parte curva de la aorta que se extiende hacia arriba desde el corazón, se denomina disección aórtica de tipo A. Un desgarro de tipo A puede extenderse a lo largo de la parte superior de la aorta y bajar hacia el abdomen.
El tipo A es más común que el tipo B. También es más peligroso, ya que es más probable que provoque la rotura de la aorta, lo que provoca una afección cardíaca potencialmente mortal.
Aunque este tipo de disección a veces no provoca síntomas, suele ir acompañada de falta de aire y un dolor repentino, intenso y agudo que se siente como un desgarro en el pecho y la parte superior de la espalda. Requiere una intervención quirúrgica inmediata.
Disección aórtica de tipo B
Una disección aórtica de tipo B se origina en la aorta descendente, que se extiende desde el arco en la parte superior de la aorta ascendente -la parte que se extiende hacia arriba desde el corazón- en el pecho hasta la sección inferior de la aorta, también conocida como aorta abdominal.
Este tipo de disección suele tratarse con medicamentos y con la supervisión de un médico, ya que rara vez causa efectos secundarios que pongan en peligro la vida. En ocasiones, las disecciones de tipo B pueden reducir o bloquear el flujo sanguíneo a órganos como los riñones y los intestinos, lo que requiere una intervención quirúrgica.
Los síntomas pueden incluir presión arterial alta y un dolor de espalda intenso y agudo que puede sentirse como si se extendiera hacia el pecho o el abdomen.
Disección aórtica aguda
Tanto las disecciones aórticas de tipo A como las de tipo B son diagnosticadas además por los médicos como agudas o crónicas. La mayoría de las disecciones aórticas son agudas, lo que significa que el desgarro provoca síntomas inmediatamente y puede poner en peligro la vida.
La disección aórtica aguda provoca un dolor repentino en el pecho o en la espalda, o ambos. Dado que la afección puede provocar una rotura de la aorta, requiere atención médica inmediata, normalmente una intervención quirúrgica.
Disección aórtica crónica
A veces los síntomas de una disección aórtica son vagos e inespecíficos y pueden pasar desapercibidos hasta que el desgarro empieza a causar otras complicaciones. Cuando se presentan estos síntomas, o si las pruebas de imagen muestran signos de que la afección ha estado presente dos semanas o más, se denomina disección aórtica crónica. La mayoría de las disecciones aórticas crónicas son del tipo B.
Después de recibir el diagnóstico, el médico vigila la disección crónica con tomografías computarizadas o un tipo de resonancia magnética llamado angiograma por resonancia magnética. Estas pruebas de imagen pueden revelar una rápida expansión de la aorta, lo que puede significar un coágulo de sangre o un aneurisma aórtico, en el que la aorta se abomba, lo que hace necesaria la cirugía. A menudo se recetan medicamentos para ayudar a reducir el flujo de sangre contra la pared aórtica.