Vínculo afectivo posparto

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Momentos después del parto, le entregan su esperado paquete de alegría, y su recién nacido es más hermoso y más perfecto de lo que jamás se atrevió a imaginar. Tu bebé te mira y vuestros ojos se fijan en una mirada embriagadora, forjando un vínculo materno-infantil instantáneo. Mientras acunas su pequeño cuerpo, respiras su dulzura y cubres su suave cara de besos, sientes emociones que no sabías que tenías y que te abruman en su intensidad. Eres una madre enamorada.

Y lo más probable es que estuvieras soñando – o, al menos, soñando despierta embarazada. Las escenas de la sala de partos como ésta son el material del que están hechos los sueños (y los anuncios), pero no representan la realidad para muchas madres primerizas. Un escenario de parto más realista: Después de un largo y duro trabajo de parto que te ha dejado física y emocionalmente agotada, un extraño arrugado, hinchado y con la cara roja es colocado en tus torpes brazos, y lo primero que notas es que tu recién nacido no se parece al bebé de mejillas regordetas que esperabas. Lo segundo que notas es que tu bebé no deja de berrear. La tercera, que no tienes ni idea de cómo hacer que deje de chillar. Te esfuerzas por amamantarla, pero no coopera; intentas socializar con ella, pero está más interesada en chillar; y luego en dormir, y francamente, en este punto, también te cuesta dormir. Y no puedes evitar preguntarte (después de despertarte): ¿He perdido la oportunidad de establecer un vínculo con mi bebé?

En absoluto. El proceso de vinculación afectiva del recién nacido es diferente para cada padre y cada bebé, y no tiene un límite de tiempo. Aunque algunas mamás se vinculan más rápido que otras con sus recién nacidos (quizás porque han tenido experiencia con bebés antes, sus expectativas son más realistas, sus partos fueron más fáciles o sus bebés son más receptivos), son pocas las que encuentran que el apego se forma con una velocidad de superpegado. Los vínculos que duran toda la vida no se establecen de la noche a la mañana, sino que se forman gradualmente, a lo largo de semanas, meses y años.

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Logré amamantar a 4 niños (pero la verdad es que, Lo odiaba)

Así que date tiempo: tiempo para acostumbrarte a ser madre (es un ajuste importante) y tiempo para conocer a tu bebé (que, admitámoslo, es un recién llegado a tu vida). Satisface las necesidades básicas de tu bebé (y las tuyas propias) y verás cómo se establece esa conexión amorosa, un día (y un abrazo) cada vez. Y hablando de mimos, que vengan. Cuanto más mimes a tu hijo, más te sentirás como una madre. Aunque al principio no parezca que la maternidad sea algo natural, cuanto más tiempo pases abrazando, acariciando, alimentando, masajeando, cantando, arrullando y hablando con tu bebé -cuanto más tiempo pases piel con piel y cara a cara-, más natural será y más unidos estaréis. Lo creas o no, antes de que te des cuenta, te sentirás como la madre que eres (de verdad): unida a tu bebé por el tipo de amor que has soñado.

Deseando una vida de amor,

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