Historia: Un descubrimiento para pacientes hospitalizados
La Sra. A, de 20 años, se presentó en la sala de emergencias con una exacerbación del asma debido al incumplimiento de los medicamentos. Una revisión de sus sistemas y un examen físico revelaron una importante disnea bilateral, sibilancias y ronquidos.
Madre soltera que vive con sus dos hijas, de 5 y 2 años, la Sra. A está embarazada de 28 semanas de su tercer hijo. Tras recibir nebulizadores de albuterol para su asma, fue ingresada en la planta de obstetricia y ginecología para controlar el estado materno y fetal. Allí, un miembro del personal de enfermería la observó comiendo talco para bebés.
El equipo psiquiátrico evaluó a la Sra. A y se enteró de que, durante su primer embarazo a la edad de 15 años, se sintió incómoda con su aumento de peso y empezó a purgarse. Con una estatura de 1,70 metros, la Sra. A llegó a pesar 220 durante el embarazo; su peso descendió a 170 libras después del parto. Cuando se presentó, se lamentó: «Todas mis amigas siguen estando delgadas».
El estrés de ser una madre adolescente soltera y de ir a la escuela, combinado con el disgusto por su aspecto físico, provocó su purga. No pensaba que purgarse le ayudaría a perder peso, sino que le impediría ganar más aunque comiera todo lo que quisiera.
Durante 11 meses después del nacimiento de su primer hijo, se purgó de tres a cuatro veces al día. Podía comer hasta cinco «comidas de valor» en dos o tres horas en restaurantes de comida rápida. Comer la relajaba y la hacía sentir cómoda, pero la frecuencia de las purgas aumentó a cinco o seis veces al día y los vómitos eran físicamente agotadores, dolorosos y le causaban daños en el esófago.
A los 17 años, la Sra. A se quedó embarazada de su segundo hijo. Durante los primeros 2 ó 3 meses, continuó comiendo grandes cantidades de comida pero se purgaba con menos frecuencia (de dos a tres veces al día).
Un día en el tercer mes de este embarazo, la Sra. A observó cómo su madre utilizaba polvos medicinales en su propio hijo, y el olor de los polvos estimuló en la Sra. A el deseo de probarlos. Al poco tiempo, la Sra. A comía el polvo con regularidad y había dejado de purgarse. Recordó que sólo se purgó tres veces durante los seis meses restantes del embarazo. El deseo de consumir polvos sustituyó al deseo de vomitar y a la necesidad de darse un atracón de comida. Sin embargo, volvió a tener atracones y purgas regulares (una o dos veces por semana) después de que naciera su segundo hijo.
En su opinión, ¿qué debería tratarse primero, la bulimia o la obsesión por el talco para bebés? ¿O deberían tratarse ambas cosas a la vez?
Comentario
Este caso muestra una forma de pica adulta por el talco para bebés, que sólo se ha descrito en la literatura para la pica pediátrica.1,2 No muestra déficits cognitivos ni trastornos psicológicos (por ejemplo, retraso mental, esquizofrenia) que suelen asociarse a la pica.3-6 El embarazo, que también es común en la pica, existía en esta paciente y puede proporcionar alguna información fisiológica o psicológica sobre el trastorno de la paciente.7 Sin embargo, la bulimia nerviosa de la paciente le da un giro inusual a este caso.
En el siglo XVIII, la pica se clasificaba junto con la bulimia simplemente como un apetito erróneo o aberrante (Cuadro 1).8 Se sabe que la pica se presenta con -y puede ser un síntoma de- la bulimia y la anorexia, pero rara vez se la cita.8,10 Al igual que en otros trastornos de la alimentación, los individuos afectados se avergüenzan de su peso, de su forma corporal y de su imagen corporal.13
Cuadro 1
El término pica ha evolucionado a lo largo de los siglos para describir la ingesta compulsiva de sustancias no nutritivas o antojos inusuales de alimentos. Su etimología procede de la palabra latina que designa a la urraca (género Pica), un ave de la que se dice que recoge, se lleva y presumiblemente se come un sinfín de objetos.
La palabra fue utilizada por primera vez en 1563 por Thomas Gale, quien observó este consumo de alimentos inusuales en mujeres embarazadas y niños.8 En la literatura contemporánea, la palabra «antojo» se utiliza a menudo en lugar de pica para minimizar el juicio social hacia las prácticas que se desvían de lo «normal».
Se estima que un 20% de las mujeres embarazadas tienen un historial de pica, pero la prevalencia documentada de estos antojos puede estar subestimada porque las mujeres a menudo se avergüenzan de revelar el comportamiento.9
Se ha especulado que la pica es una forma de agresión, el resultado de una neurosis compulsiva o una manifestación de fijación oral debido a su asociación con chuparse el dedo.1 En definitiva, la pica es un trastorno poco comprendido.
Los científicos cuestionan la etiología de la pica. Las primeras hipótesis psiquiátricas se centraban en las expectativas sociales sobre la belleza exterior de las mujeres. Se ha reconocido una mayor prevalencia de la pica en personas con retraso mental y en pacientes con esquizofrenia.3-6
La pica se observa con mayor frecuencia en niños, mujeres embarazadas y pacientes de nivel socioeconómico bajo.10,11 Estudios más exhaustivos han explorado la geofagia (ansia de comer tiza, arcilla o tierra) en África y el sur de Estados Unidos.12