Una noche de otoño hace unos años, un amigo me llamó describiendo un objeto en el cielo nocturno al noreste que le llamó la atención. Este objeto parpadeaba de forma intermitente, con diferentes colores y parecía estar cambiando de posición.
El objeto que le llamó la atención fue la estrella Capella en la constelación de Auriga. A principios de la tarde de octubre, Auriga y su brillante estrella Capella se elevan en el este y están justo por encima del horizonte. Las estrellas brillantes situadas en la parte baja del cielo se comportan como mi amigo describió. Todo se debe a la atmósfera terrestre.
Capella es la sexta estrella más brillante del cielo nocturno. La luz de Capella ha estado viajando a la velocidad de la luz hacia la tierra durante unos 43 años.
Cuando esa luz entra en la atmósfera terrestre, interactúa con la dinámica atmósfera de la Tierra. La luz choca con bolsas de aire a diferentes temperaturas y densidades. Estas bolsas son como lentes y doblan los rayos de luz de las estrellas, por lo que la estrella parece moverse, centellear y parpadear.
La luz de la estrella se compone de diferentes colores y estos colores se doblan en diferentes ángulos por lo que la estrella parece cambiar de color de rojo a blanco. Cuanto más cerca está la estrella del horizonte, más espesa es la atmósfera y más fuerte es el efecto. A medida que la estrella se desplaza más alto en el cielo, su luz se vuelve más estable.
Todo el efecto sobre el observador es un maravilloso acontecimiento natural.
Los planetas generalmente no titilan porque están mucho más cerca y, por tanto, son más grandes que las estrellas lejanas. Si el aire es muy turbulento los planetas pueden saltar también en el ocular.
Este otoño podemos ver a Júpiter poniéndose al oeste, Saturno hacia el sur.
Así que en la próxima noche clara salga al exterior y compare estrellas brillantes como Capella con Júpiter y Saturno para ver la diferencia.