El vínculo temporal entre las erupciones de las grandes provincias ígneas (LIP) y al menos la mitad de las principales extinciones del Fanerozoico implica que el vulcanismo a gran escala es el principal impulsor de la extinción masiva. Aquí revisamos casi una veintena de crisis bióticas entre el Cámbrico temprano y el Cretácico final y exploramos los posibles mecanismos causales. La mayoría de las extinciones se asocian con el calentamiento global y con asesinos próximos como la anoxia marina (incluyendo las crisis del Cámbrico temprano/medio, el Ordovícico tardío, el intrasilúrico, el intradivino, el final del Pérmico y el Jurásico temprano). Muchas de ellas, aunque no todas, van acompañadas de grandes excursiones isotópicas negativas de carbono, lo que apoya un origen volcanogénico. La mayoría de las biocrisis postsilúricas afectaron tanto a la biosfera terrestre como a la marina, lo que sugiere que los procesos atmosféricos fueron cruciales para impulsar las extinciones globales. Los mecanismos de extinción volcanogénica-atmosférica incluyen la acidificación de los océanos, el envenenamiento por metales tóxicos, la lluvia ácida y el daño al ozono y el consiguiente aumento de la radiación UV-B, la oscuridad volcánica, el enfriamiento y el cierre fotosintético, cada uno de los cuales ha sido implicado en numerosos eventos. Curiosamente, algunos de los LIP más voluminosos, como las mesetas oceánicas del Cretácico, se emplazaron con mínimas pérdidas de fauna, por lo que el volumen de magma no es el único factor que rige la letalidad de los LIP. El eslabón perdido podría ser la configuración continental, ya que los mejores ejemplos de la relación LIP/extinción se produjeron durante la época de Pangea. Muchos de los mecanismos de muerte próximos en los escenarios de LIP/extinción son también efectos potenciales del impacto de los bólidos, incluyendo el enfriamiento, el calentamiento, la acidificación y la destrucción del ozono. Sin embargo, la ausencia de vínculos temporales convincentes entre los impactos y las extinciones, aparte del ejemplo de Chicxulub-Cretácico, sugiere que los impactos no son el principal motor de las extinciones. Con numerosos escenarios de extinción que compiten entre sí, y la constatación de que algunas de las supuestas tensiones ambientales podrían estar impulsando de nuevo la extinción masiva, exploramos cómo la biología experimental podría informar nuestra comprensión de las antiguas extinciones, así como de las futuras crisis.