«Dictador ruso durante la Segunda Guerra Mundial. Fue infame por su brutalidad antes, durante y después de la Guerra». José Stalin, líder de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial (llamada la Gran Guerra Patriótica por los soviéticos), llegó al poder tras la muerte de Vladimir Lenin en 1924. Fue un tirano duro y brutal. En 1937-38, purgó a sus militares de muchos de sus mejores oficiales. La purga se extendió también a la intelectualidad. Este acto le privó de muchos líderes competentes en la Segunda Guerra Mundial. En 1939, Stalin y Adolf Hitler firmaron el Tratado de No Agresión Nazi-Soviético que dividía a Polonia entre Alemania y la Unión Soviética, además de comprometer la no agresión entre los firmantes. Cuando los alemanes lanzaron su invasión de la Unión Soviética (Operación Barbarroja) en 1941, a Josef Stalin le pilló completamente desprevenido y sufrió una crisis nerviosa. Sin embargo, se recuperó y fue capaz de reunir a su país en un esfuerzo por detener a los alemanes. Los alemanes avanzaron hasta las afueras de Moscú, antes de ser detenidos por la tenaz defensa rusa. En 1942, Stalin emitió la Orden 227, que prohibía ceder más terreno a las fuerzas alemanas que avanzaban. Esta orden, al igual que las purgas, costó a los soviéticos un gran número de hombres. Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países proporcionaron ayuda en forma de tanques, aviones, barcos, alimentos y otro material de guerra a los soviéticos. Stalin se reunió con el presidente Roosevelt y Winston Churchill, en quienes no confiaba, en Teherán y Yalta y con el presidente Harry Truman y Clement Attlee en Postdam en 1945. Una vez finalizada la guerra en Europa, Stalin continuó con sus brutales purgas, matando a cualquiera que considerara un oponente, tanto en Rusia como en Europa del Este. Precipitó el inicio de la Guerra Fría, que duraría hasta la década de 1990. Stalin murió por causas naturales en 1953.